Esta mañana, a pesar del trasiego de personas que ha habido en la pasarela por ser jueves de mercadillo, un montón de golondrinas ha estado recogiendo el poco barro existente en la gravilla que dejó en su día una pala mecánica. Cada nido de golondrina está realizado en base a pequeños bocaditos de barro transportados en su pico. Estas aves toman un pedacito de barro, lo “mastican” bien para homogeneizarlo y expulsar las bolsas de aire que pueda contener -este paso parece importante para dar mayor resistencia al nido- y lo depositan cuidadosamente en el nido en construcción. Como buenas ingenieras saben que la parte más baja del nido debe tener unas paredes más gruesas que irán adelgazando según ascienden, ya que la parte baja del nido es la que soporta un mayor esfuerzo, y unas paredes altas gruesas añadirían un peso peligroso sobre la base. La cantidad de barro que pueden transportar en su pico es muy limitada y un nido completo puede requerir más de 2.500 bocados de barro, o lo que es lo mismo, la pareja puede realizar más de 5.000 viajes entre el lugar en el que consiguen el barro y el lugar de construcción del nido durante las dos semanas dedicadas a concluir la obra. Esa distancia puede ser superior a 1 kilómetro, lo que con un simple cálculo nos indica el gigantesco esfuerzo dedicado a la construcción. En circunstancias normales, cuando las crecidas han cesado, dejando cantidad de barro en las orillas, una pareja puede haber recorrido, viaje a viaje, una distancia de 5.000 kilómetros para construir su nido. Solo este dato, debería bastar para que tengamos respeto hacia la obra de estas incansables constructoras.