jueves, 15 de septiembre de 2022

¡Felices Fiestas!

Una vez disparado el cohete anunciador de estas fiestas septembrinas, me parece oportuno deseároslas muy felices a todos, con este precioso cartel de Antonio Hermoso de la Peña, popularmente conocido como “Antuan”, y con el sincero y certero Pregón, pronunciado por una eximia najerina.

Brillante Pregón de una eximia najerina.

Najerinas, Najerinos, Ilmo. Sr. Alcalde y demás autoridades aquí presentes. Me dirijo a todos vosotros (permitidme que os tutee) con la emoción en la garganta y con la ilusión de haber sido elegida por la Corporación Municipal, como Pregonera de esas fiestas Patronales de San Juan Mártir y Santa María la Real, fiestas tan deseadas y anheladas, tras más de dos años de pandemia. Huelga decir que es para mí un privilegio y un honor, pero también supone una gran responsabilidad, dirigirme a todos vosotros, como pregonera postpandemia en este solemne acto que anuncia las fiestas patronales de nuestra ciudad, las que ponen el broche final al verano y dan paso a la temporada de vendimias. En el ejercicio de este cargo me han precedido mujeres y hombres ilustres, todos ellos admirados y algunos de ellos muy queridos para mí. He de referirme a mi padre, Valentín, quien fuera el primer pregonero de las fiestas hace 35 años. También a mis tíos José Antonio y José Ignacio, con quienes tantos buenos momentos he compartido aquí, en torno a esta Plaza de España. Me gustaría que mis primeras palabras sirvieran de sentido recuerdo a todos aquellos que ya no están, y en particular a quienes perdieron la vida por el virus que ha condicionado nuestro día a día durante estos largos meses. Y quiero que el comienzo de mi intervención, sirva también como merecido homenaje a toda la sociedad najerina, por su comportamiento ante la difícil situación en la que nos hemos visto todos. Nájera, como no podía ser de otra forma, ante la dificultad, supo reaccionar, actuar, organizarse y sobreponerse. Debemos recordar todo lo acontecido en los dos últimos años, aprender de lo sucedido y sobre todo, sentirnos orgullosos como ciudadanos de los logros conseguidos. Afortunadamente, la vacuna y la ciencia nos van ayudando a convivir con este virus, y las fiestas que van a dar comienzo, se podrán celebrar en condiciones de casi total normalidad. Para quienes no me conocen, me presento. Nací en Nájera, una madrugada de julio de 1973. Proclamo con orgullo que soy najerina, y que pertenezco a la última generación de personas que nacieron en Nájera. Mi madre, Cecilia, dio a luz en casa de mis tíos Mari Carmen y Bautista. Es por ello que puedo afirmar que soy najerina de nacimiento, de padre y madre najerinos, y nieta de najerinos, pues si bien mi abuelo Valentín no nació en Nájera, ejerció como tal desde que viniera a esta ciudad, pues fue maestro de muchos najerinos y alcalde años más tarde. En esta ciudad encontré siempre el cariño de mis abuelos, de mis tíos y primos, y de una familia extensísima y no por ello menos estupenda. Nájera siempre ha sido el lugar en el que más libre y a la vez más arropada me he sentido. Aquí he pasado veranos y fines de semana, he compartido los mejores momentos y también me ha tocado pasar malos tragos y pérdidas, algunas de ellas muy prematuras, pero siempre he sentido el calor de las gentes de Nájera. Como diría el poeta Antonio Machado, mi infancia son recuerdos.... En mi caso de tardes de piscina, donde me enseñaron a nadar mis tíos y padrinos José Ignacio y Conchita; aprendí a andar en bicicleta en la explanada donde ahora se celebra en mercadillo. Rememoro los primeros días de verano preparando las merendolas de San Juan y San Pedro y las excursiones en bicicleta con mis primos, las visitas a la casa de la abuela Benita, en cuya salita, alrededor de un brasero jugaban a las cartas los abuelos Valentín, José, Teresa, y la tía Licinia. Especial emoción me produce acordarme las noches en que iba a ver la Crónica, (me obligaban a dormir la siesta y luego me ponía como un pincel, porque había que ir elegante). Recuerdo dar la vuelta a los puentes con mis hermanos y mis tíos, te ibas encontrando con uno y con otro, y no terminabas de llegar a casa. La memoria también me traslada a la juventud, a las primeras noches de marcha por la Zona con mis amigas, y a las tertulias hasta altas horas de la madrugada en alguna terraza cercana a las Peñas o en un banco del paseo. Junto a esta plaza, frente al lugar donde me encuentro ahora, preparé bastantes exámenes del instituto, y más adelante, en la época de las oposiciones, cuando el calor apretaba por la tarde, solía ir a la ribera del río a estudiar. Aquí me casé, y pasé los primeros veranos de mis hijas, Alba y Adriana. Entonces tuve la sensación de que el círculo se cerraba, y que sembraba las semillas de un nuevo un vínculo con esta ciudad. Ellas se sienten ahora tan najerinas o más que yo. Pero más que recuerdos, Nájera también es presente, pues continúo con la buena costumbre de pasar todo el tiempo libre que mis obligaciones como Juez me permiten, y comparto con mi marido e hijas, paseos, ratos de piscina, alguna que otra cerveza, y la compañía de la familia y buenos amigos. Ahora que no nos escucha nadie, os confieso que más de un fin de semana me escapo de Logroño con el ordenador portátil bajo el brazo, para poner alguna sentencia que me trae de cabeza. En Nájera se reflexiona mucho mejor pues una encuentra la serenidad y tranquilidad que a menudo escasea en la rutina logroñesa. Y sobre todo, Nájera es y será siempre futuro, pues que no concibo los años venideros sin seguir viviendo y disfrutando de las calles de Nájera, del río y sus paseos, de los encuentros con los más queridos, de los planes con mis hermanos y sobrinos... Alguna que otra persona nos dice a Roberto, mi marido y a mí: “al final acabaréis viniendo a vivir a Nájera”. Ojalá esos pronósticos se cumplan.... Pero dejemos de hablar de mí para hablar de lo que nos trae a este momento y este lugar Cuando me planteé escribir estas líneas me propuse varias cosas. Una de ellas, que no quería extenderme en exceso, pues tal y como reza el dicho: “lo poco gusta y lo mucho cansa”. Otra, que no iba a hablarles de aquello que sé un poco (de Derecho) y que me iba a abstener de hablar de lo que no domino (de Historia). Eso lo han hecho estupendamente otros pregoneros más autorizados que yo en estas materias. Lo que tenía claro es que lo que transmitiera en este acto tenía que salirme directamente del corazón. Cuando hablo en público en mi trabajo tengo que dejar aparcadas las emociones, pero hoy vengo como najerina, y puedo soltarme. Y es que, reflexionando sobre los temas a tratar, sobre el mensaje que quiero transmitiros hoy, me di cuenta de que no podía ser muy diferente de lo que otros dijeron antes: Nájera, por su ubicación geográfica, por su riqueza natural, por su relevancia histórica, es un tesoro. Najerinos, vecinos de esta ciudad, ¡qué poco necesita Nájera para conservar su belleza! Me referiré a algunos de los activos que la naturaleza o la historia nos han legado. Primero, el Paseo. Para quienes hemos tenido que vivir en grandes ciudades, o en una mediana, como Logroño, en las que la búsqueda de espacios verdes se torna complicada, y si se consigue no es sino por un esfuerzo económico de sus ayuntamientos; contar con un parque como el Paseo, que se mantiene frondoso por sí solo, es un auténtico lujo. El Paseo es lugar de encuentro y retiro, de recreo y reflexiones, rico en vegetación y de una belleza silvestre única. Hablemos del Río Najerilla, que vertebra de Sur a Norte esta ciudad, y que ofrece unas vistas hermosas en todas las estaciones del año, a su paso por cualquiera de los puentes que lo cruzan, y garantiza una brisa fresca en las noches cálidas del verano. Nuestro casco histórico. Basta dar un paseo por las callejas próximas al Monasterio, para apreciar la antigüedad de los edificios que conforman nuestra ciudad originaria. Santa María la Real, monasterio que dota de identidad propia a esta ciudad. Historia, arquitectura, arte y cultura se esconden tras sus muros. Único por su Claustro y su Coro. Son muy loables los esfuerzos que se han venido realizando en los últimos años para su buena conservación y mantenimiento, y todas las iniciativas que permiten el disfrute de vecinos y visitantes. Lo mismo sucede con las Cuevas, cuya apertura y exhibición al público, han dado pie a visitas de fuera y dentro de la localidad. Podría continuar señalando la importancia de los restos del Alcázar, o celebrar que el Museo Histórico Arqueológico Najerillense siga abierto al público, y solicitar que pueda seguir siendo disfrutado por najerinos, visitantes y peregrinos... O referirme al Camino de Santiago a su paso por la ciudad, no siempre bien visible. La visita de los peregrinos a su paso por Nájera, en la era de las redes sociales, es una oportunidad más de publicar las bondades de nuestro pueblo. Si un peregrino encuentra en nuestra ciudad belleza, un entorno agradable, buenos servicios, y hospitalidad, no dudará en compartir su experiencia subiendo fotos, y ello permitirá dar a conocer nuestra ciudad al mundo entero. Merece la pena resaltar en las calles de Nájera el trazado del camino de Santiago. Y así podría seguir hasta aburriros a todos contándoos lo que ya sabéis, que Nájera es un compendio de maravillas. Pero, vecinos de Nájera, la admiración que sentimos por nuestra ciudad no es suficiente. Todo el orgullo que mostramos al decir que somos de Nájera ha de traducirse en algo más. Hemos de aprender a mirar nuestro pueblo con los ojos del cariño, pues sólo a nosotros corresponde la tarea de cuidar, mimar y proteger todos estos dones que nos han sido transmitidos de generación en generación. A menudo tendemos a poner la atención en grandes obras y proyectos, y esto es legítimo. Pero ese afán por dejar nuestra huella generacional, o la búsqueda del progreso o la modernización de nuestro entorno, no debe llevarnos a olvidar el cuidado de los rincones que esta ciudad esconde, plazas (como la de San Miguel o la del Mercado), la callejas próximas a las Peñas, el Paseo, las calles de los distintos barrios de la ciudad, las fachadas de los edificios, el aspecto de nuestras calles.... Ahora bien, esta tarea no incumbe solo a los responsables municipales, pues todos y cada uno de nosotros podemos contribuir con pequeñas actuaciones a una mejor conservación del pueblo. Porque Nájera es responsabilidad de quienes habitan en ella, de quienes la disfrutan y tienen el privilegio de vivirla. Y es que sólo duele aquello que se ama, y a veces Nájera duele, pues a pesar de toda la belleza que contiene, admiración y decepción se suceden cuando, paseando por el casco antiguo compruebas que las casas se van vaciando y quedan abandonadas. Duele cuando caminas junto a las márgenes del río o por los caminos del paseo y aparecen basura y suciedad donde deberíamos encontrar sólo mimbreras, y flores. Entristece la calle Mayor, que va quedando sin comercios y sin bares... Decepciona encontrar fachadas o rincones descuidados . Afortunadamente Nájera cuenta con un activo fundamental, sus gentes, los vecinos de Nájera. Y es que si algo caracteriza a esta sociedad es su generosidad, su carácter emprendedor e imaginativo, su solidaridad, y la capacidad de trabajar codo con codo por un buen fin. En este punto quiero reivindicar y dar visibilidad a todas las asociaciones najerinas, a quienes de forma desinteresada trabajan por esta ciudad. Algunas son las responsables de que sigan celebrándose eventos como, por ejemplo, la Semana de Estudios Medievales, la Crónica, la Feria del Mueble, y otras tantas actividades que consiguen que Nájera permanezca activa, y se dé a conocer más allá de los confines de esta Comunidad Autónoma. Pido a las autoridades locales y regionales que las escuchen, y que tomen en consideración su parecer, pues trabajan de manera desinteresada con el firme propósito de dar a esta ciudad la relevancia que merece. Ya voy concluyendo. Os decía antes que Nájera es presente, y también es futuro. Las nuevas tecnologías, la mejor comunicación con la capital, las nuevas formas de comercio, y la concentración de los servicios públicos en las ciudades grandes, nos sitúan ante nuevos retos. Ya se escuchan voces que anuncian que la nueva frontera de la despoblación está en las cabeceras de comarca. Sinceramente, confío plenamente en los najerinos y najerinas. Por eso os invito a reflexionar sobre qué modelo de ciudad queremos. Nájera sabe lo que es, pero tiene que saber lo que quiere ser, hacia dónde quiere caminar. Es responsabilidad de todos trabajar unidos, vecino con vecino, por una Nájera moderna, pero siempre fiel a su esencia, respetando su patrimonio y embelleciendo todos sus rincones. Sólo de este modo conseguiremos transmitir a las generaciones futuras aquello que nos fue legado durante siglos: Historia, tradiciones y naturaleza.

 MARÍA CECILIA DE LA IGLESIA