miércoles, 22 de junio de 2022

Quincuagésimo aniversario de la “Venancia”.

Este año se cumple el quincuagésimo aniversario de la cuba de vino, bautizada por mi bienamado padre como “Venancia”. En el año 1971, Benedicto, viendo que el día de San Pedrito se quedaba triste y vacío, pensó  que no sería mala idea inventar algo para llenar ese día de contenido. Y, ni corto ni perezoso, sentado en una banca de madera, recostada contra la fachada del Restaurante “Las Pericas”, mientras esperaba a que los clientes fueran a echarles gasolina a sus motos a la gasolinera que él y yo regentábamos, concibió a la famosa “Venancia”. Yo fui testigo directo de su alumbramiento. Pero, hete aquí, que ese año sólo se celebró el entierro de la cuba. Es decir, fue enterrada sin haber nacido. Nada más percatarse de ello, Benedicto se puso manos a la obra, y en el año 1972, la víspera de San Juan, celebró el famosísimo desentierro de la “Venancia”, y, posteriormente, el día de San Pedrito, el no menos famoso entierro, llenando así de contenido, la víspera de San Juan y el día de San Pedrito. Todo esto fue posible gracias a la impagable colaboración de sus Amigos, “Los que no se rinden”. De hecho, la “Venancia” dormía siempre en la bodega de “Pencho”, hasta que años después, se la entregaron a la Peña Malpica, que es quien se encarga desde entonces del desentierro y del entierro. Los primeros años no sólo acudían todos los najerinos a este acertado aditamento: cantidad de bilbaínos adelantaban sus vacaciones para asistir al desentierro. La ingente muchedumbre que la “Venancia” atraía era tal, que la mayoría de los danzantes no oían la música: entonces eran muy pocos los Músicos. Hoy, después de 50 años de su nacimiento, aún me pone los pelos de punta escuchar la canción que Benedicto compuso para el día San Pedrito: “Adiós, San Juan y San Pedro/, adiós, mis queridas Vueltas/, que triste se queda el pueblo, “Venancia”/, pues se acabaron las fiestas/…” Sólo escribiéndolo, acuden a mis ojos lágrimas de agradecimiento. Por consiguiente, bien vale, pues, este merecido reconocimiento. ¡Felicidades, doquiera que estéis, colosos!