lunes, 22 de noviembre de 2010

Saltar a la soga.

   Hace unos días, mientras repartía el correo, me di de bruces con unas madres que estaban enseñándoles a sus hijas a saltar a la soga. Y fue tal mi alegría (no porque le estuvieran llevando la contraria a las femachistas de los colegios, mal pensados), que sin darme cuenta me vi yo en la Plaza de España, saltando con una falange de niños.
   A este entrañable juego, jugábamos niños y niñas, juntos y revueltos, sin límite numérico alguno, y consistía en ir saltando todos los que no la quedaban (los que la quedaban eran los encargados de dar), hasta que alguno de nosotros parara la soga, la pisara o se la llevara con el culo o con las piernas, que era hacer mala. Cuando esto le ocurría a una chica, nos poníamos contentísimos los chicos, porque por lo común, al pegarle la soga en el culo, le levantaba el vestido y le veíamos las bragas. (Había que estar a todo, amigos míos)
   Al saltar, normalmente lo hacíamos de uno en uno, aunque en ocasiones saltábamos hasta de cinco en cinco, y lo hacíamos al compás de canciones típicas de este juego, como las siguientes: “Una, dos y tres/ pluma tintero y papel/ para escribirle una carta/ a mi querido Miguel/, que está malito en la cama/, los días de la semana/: Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo/”. “A la una/ a las dos/ a las tres de la mañana/, se levanta/ el panadero/ a hacer la primera hornada/.” “Cuando venga el cartero/ qué cartas traerá/, triga las que traiga/ se recibirán/”. “El nombre de María/, que cinco letras tiene/: Que la M/ que la A/ que la R/ que la I/ que la A/: Maaaaríííía/”. “Mamá/ mamá/ de cuántos añitos me voy a casar/: De uno/, de dos/, de tres/ (y así hasta que alguien hacía mala)”. “Al pasar la barca/ me dijo el barquero/, las niñas bonitas/ no pagan dinero/”. “No hay en España, leré/ puente colgante, leré/ más elegante, leré/ que el de Bilbao/ riau/ riau/”. “Soy la reina de los mares/ y ustedes lo van a ver/ tiro mi pañuelo al agua/ y lo vuelvo a recoger/”. Hasta que íbamos haciendo mala y nos poníamos a dar.
   A la soga se saltaba de varias modalidades más, como al “chorizo”,  que consistía en darle rapidísimo a la soga. Otro era el de saltar y agacharte, para que los que daban elevaran la soga. El típico de saltar de una, de dos, de tres… El de ir girando la soga a ras de suelo mientras todos a la vez la sorteaban, y el de cuando el dueño de la soga se enfadaba y jugaba solamente con otro (que se jodan los demás) al “Que entre/ que entre/ la hija del rey/ que se llama Isabel/”. Y a lo mejor iba Fernando, David o Daniel, y entraban como si así se llamaran, hasta que el de la soga les cantaba/: “Que salga/ que salga/ la hija del rey/ que se llama Isabel/”: Y más contentos que chupín, iban y salían Fernando, David o Daniel.
   Y he de deciros, cantores míos, que este y otros muchos juegos están publicados en mi libro, “Recuerdos de infancia”.