Estos polluelos tan preciosos me han traído a mal vivir las últimas semanas. Cada mañana acudía a su nido a comprobar que no les había pasado nada. -En Nájera no te puedes fiar-. Y hace unos días, cuando fui a verlos, ya no estaban en el nido. Huelga decir la alegría que me produjo saberlos volando libres como el viento, dispuestos a comerse kilos y kilos de insectos. ¿Puede, por ventura, haber algo más hermoso que esto?