domingo, 24 de junio de 2018

Los orígenes de las Vueltas de San Juan.


Aunque no puede determinarse una fecha exacta, las Vueltas de San Juan tienen su origen en la tradición celta de celebrar el solsticio de verano la noche del 23 de Junio, danzando alrededor de una hoguera, y haciendo el amor después con sus mujeres para dejarlas preñadas, en la creencia de que así preñarían también la tierra y ésta sería generosa con las cosechas. Desde entonces hasta ahora, las Vueltas han cambiado mucho, aunque siguen celebrándose en el Paseo, antes llamado Campo. Nuestros padres y abuelos, madrugaban mucho el día 24, día de San Juan, para tomar chocolate con anís en el cascajo, e ir después a dar las Vueltas al Quiosco del Paseo. Después de divertirse de lo lindo dándolas a la sombra de los plátanos, se dirigían hacia la Plaza de España bailando y cantando el folclore sanjuanero, formando grandes corros, asidos de las manos. Una vez allí, volvían a dar las tres Vueltas de rigor, y se dirigían al Cine Doga -se quitaban las butacas y lo convertían en un gran salón- y al Cinema Club a seguir bailando, mientras tomaban vermú. Ocasión que aprovechaban para quedar con las chicas que les hacían tilín, e irse con ellas después de comer a merendar a las huertas, choperas y alamedas. Como la merienda solo era un pretexto para intentar ligar con ellas, preparaban mucha para que les sobrara para el día siguiente, San Juanito, y poder terminar o conseguir lo que el día San Juan no habían terminado o conseguido. Es muy importante recalcar que en aquella época las mujeres iban tapadas hasta el tobillo el resto del año, y que por tanto, entre el desayuno con anís, la danza y los vestidos tan preciosos que llevaban, dejando al descubierto sus suaves y níveas pieles, nuestros queridos padres y abuelos se ponían malos. Tanto es así, que siempre se ha dicho que “el que en San Juan sanjuanea, en Marzo marcea”, porque muchas de aquellas preciosas y angelicales mujeres se quedaban preñadas, al igual que las celtas. Cuando terminaban la merienda, recogían todo en los grandes cestos, ellos, y en las cestitas de mimbre, ellas, lo llevaban cantando a sus casas, y se dirigían al Gran Casino a bailar hasta terminar baldados. Años después, el chocolate con anís fue cambiado por las típicas chuletas al sarmiento, asadas, igualmente, en el cascajo, y las Vueltas duraban algo más porque ya no se celebraban los bailes vermú. No obstante, “Los que no se rinden” y “Los del Té de las 5”, tocaban y bailaban por todas las calles de Nájera hasta desgastar las zapatillas de esparto que le habían comprado a Pedrito “el alpargatero”, y hacer jirones la ropa. En mis tiempos la cosa degeneró aún más: Ya no se daban las Vueltas despacito y sin parar, sino haciendo presas que impedían darlas a los najerinos de más edad, y duraban hasta las cuatro de la tarde. Hora a la que nos íbamos a comer, para ir después como unos imbéciles al baile. Y ahora, además de que han introducido en los almuerzos de todo: Carne guisada, caracoles, bacalao… las Vueltas en el Paseo las dan cuatro gatos, porque los almuerzos duran casi hasta las dos, y las Vueltas terminan a las cinco. Cuando éstas acaban, muchos de nosotros nos dirigimos a los bares de la zona a beber hasta las ocho, las nueve o las diez de la noche. Por si esto fuera poco, el Gobierno de La Rioja, primero, y las Empresas de Autobuses, después, nos mandan cientos de jóvenes a hacer botellón a las riberas. ¡Y en esas estamos!