domingo, 6 de junio de 2021

Ha muerto un hombre bueno.

Esta mañana, temprano, ha sonado el teléfono. Lo he descolgado, y era mi Amiga Adita para comunicarme que su compañero del alma, Fernando, ha muerto. Me he quedado tan estupefacto, que no sé ni lo que le he contestado. Existe un dicho que me obliga a ser estricto conmigo mismo: “a los vivos respeto, y a los muertos la verdad”. Pues bien. Fernando ha sido un hombre culto, desprendido, conciliador, prudente, inquieto, buscador incansable de nuestras raíces, de agradable conversación, un buen marido y padre, amigo de sus amigos, pero sobre todo, ha sido un hombre bueno. Un hombre con una infinita bondad, incapaz de negarle nada a nadie. Yo he tenido el privilegio de mantener interminables charlas de todo tipo con él, lo mismo en la calle que en su casa, y de compartir conciliadores e inteligentes comentarios en este mismo blog, cuando algunos imbéciles me atacaban, sin razón, de forma miserable. Era tanto lo que me unía a él, que hoy me siento mucho más huérfano. Quiero deciros, Adita, Ana y Fernando, que podéis estar muy orgullosos de este gran hombre que acaba de dejaros -y dejarnos-, en contra de su voluntad, con el corazón roto. Sé que es muy difícil entenderlo en estos trágicos momentos, pero él estará siempre con nosotros. Que el bálsamo de la primavera amortigüe vuestro infinito dolor, y que la tierra le sea leve.