domingo, 24 de mayo de 2020

La columna de humo ha sido vista desde Nájera.

A las 14’30 horas, aproximadamente, todos los que nos hallábamos en las riberas del río Najerilla nos hemos sobresaltado al observar una gran columna de humo negro, que parecía proceder del mismo municipio. Sin embargo, dicho humo procedía del incendio en el patio trasero de un inmueble de Uruñuela. Al lugar de los hechos, después de que varios particulares dieran aviso al SOS Rioja 112, acudieron los Bomberos del CEIS Rioja, la Guardia Civil y una Ambulancia en preventivo del Servicio Riojano de Salud. El incendio ha afectado a maquinaria agrícola estacionada en dicho patio, remolques, herramientas de trabajo agrícola así como a dos depósitos de gasoil, estando afectados todos estos objetos. También se ha visto afectada la techumbre de la parte cubierta de este patio, así como dos muros de hormigón y algunas estructuras del inmueble. Tanto la vivienda de este inmueble como otros inmuebles aledaños han sido salvados por los bomberos del CEIS Rioja sin registrar daño alguno. Afortunadamente no ha habido heridos.

La hostelería najerina en pie de guerra.


A primera hora de esta tarde, el sector de la hostelería najerina ha vuelto a concentrarse en el yerbín de la extinta Falange para demandar retomar las negociaciones sobre las soluciones ofrecidas por el Ayuntamiento de Nájera, por considerar que las propuestas de la anterior reunión son insuficientes. Según ha declarado el dueño del Cultubar, la principal reivindicación de este sector es la exoneración del pago de las tasas de basuras y terrazas, durante este año 2020, por entender que es de justicia. Después de la concentración, les han dedicado un estruendoso y prolongado aplauso a todos los que nos han ayudado a salir de esta terrible situación que estamos viviendo, y, a continuación, han guardado un larguísimo, respetuoso y conmovedor silencio por todas las familias que durante esta pandemia han perdido a sus seres queridos sin poder acompañarlos. 

Recuerdos de infancia.


Repita la suerte.
Como, a pesar de que los Reyes Magos se equivocaban siempre y te traían material escolar en lugar de juguetes, tenías que buscarte la vida para tener durante todo el curso el estuche repleto de pinturas con las que colorear los rótulos que a diario hacíamos, y las portadas de los tebeos del Jabato y del Capitán Trueno -arte que dominaba a la perfección Matías Villar- que calcábamos cuando nos aburríamos, no se nos ocurrió mejor cosa que montar tómbolas en la escuela, en las que rifábamos elefantes, cebras, jirafas, indios, soldados y caballos. Para participar en ellas tenías que comprar los boletos que previamente habíamos preparado -uno con “vale por un indio”, y cien con “repita la suerte”-, pagándolos con especies, según el valor que tuviera lo rifado. Por ejemplo, si rifabas una pijadilla, dabas un boleto por cada pintura o lapicero medio gastados. Si por el contrario lo que estaba en juego era un Gran Jefe Apache, montado a caballo, cada boleto valía tres o cuatro pinturas nuevas; dos sacapuntas, dos gomas de borrar…, y, aunque pueda parecerles extraño, era tal la participación que yo, por ejemplo, tuve siempre los estuches repletos de pinturas, a pesar de estar a todas las horas pintando. Esto, leído así, en frío, puede parecer un chollo, pero no todo eran ganancias en la época de la que hablamos, porque hacíamos cosas que eran como para matarnos. Recuerdo que una vez que había pedido para Reyes un traje romano, me trajeron una estupenda cartera de cuero, hecha a mano, con material suficiente para todo un año, y el primer día de escuela, al cruzar el Puente de Piedra mis hermanas y yo -vivíamos en la calle Cuatro Cantones y no había puentes de tabla-, se me cayó al río al ir a asomarnos a la barandilla para contemplar la gran crecida que estaba bajando. Y recuerdo también que algún lío hubo con esto, porque mi bienamada madre siempre me dijo que yo la tiré adrede para ver si flotaba cual si fuera un barco. Y digo yo, después de tantísimos años, que a lo peor llevaba razón y lo hice para vengarme de los Reyes Magos… Lo mismo o muy parecido a esto me ocurrió otro año con unos zapatos nuevos -también de los Reyes Magos-, que por querer tocar el agua -qué iluso- con ellos desde el puente, se marchó uno de ellos hasta Zaragoza flotando. O sea que, como pueden ustedes ver, amados lectores,  no todo era un chollo en aquellos maravillosos años, como con sólo dos ejemplos ha quedado fielmente demostrado.