viernes, 12 de abril de 2013

Carta abierta a Soraya Sáenz de Santamaría.


Estimada Soraya. He de decirle que lamento muchísimo lo de su hijo de catorce meses. (Algo que jamás recordará, y que no le causará ningún trauma ni daño, porque de nada se ha enterado.) Pero lamento muchísimo más lo de los miles de niños que son sacados de sus casas arrastras, con toda su familia, cual si fueran auténticos terroristas, cuando los desahucian. O los miles que ven cómo sus padres se suicidan porque no soportan tanto oprobio y tanta desgracia. O los miles que no ven, pero se enterarán, de la peor de las maneras, de que sus Santas madres tienen que prostituirse a diario para poder darles un pedazo de pan que poder llevarse a la boca. O los miles que no entienden por qué ellos no tienen, no ya solo una casa, sino un plato de comida caliente cada día. O los miles a los que les son negados el cariño y la ternura, porque sus atribulados y desesperados padres, están en tratamiento siquiátrico. O los miles que viven en la puñetera calle, porque usted y sus compañeros de partido les mintieron como bellacos a sus desgraciados padres, aprovechando que estaban en el paro, o a punto de estarlo. Ustedes les dijeron hasta la saciedad, que si les daban el voto, acabarían con el paro, la crisis y el hambre de un plumazo. Que iban a vivir felices y a comer perdices, porque nunca les iban a tocar el Estado del Bienestar, ni la Enseñanza, ni la Sanidad, ni las Pensiones… Que jamás llevarían a cabo la catastrófica Reforma Laboral que han aprobado, y que iban, en fin, no solo a respetar, sino a aumentar todos los derechos que a lo largo de medio siglo de lucha han logrado. Esto sí que me duele de todo corazón, señora Soraya. Me duele tanto, que me siento asquerosamente privilegiado por tener trabajo y poder comer cada día, cuando hay tanta tragedia, tanta hambre y tanto dolor a mi lado. Así que, bájense de la nube en la que tan maravillosamente están instalados, vean la realidad, y, en lugar de perseguir, apalear, multar, detener y criminalizar a los ciudadanos, pídanles perdón por haberlos traicionado. Mientras no hagan esto, señora Soraya, mucho me temo que seguirán los escraches. Y que algún día, más pronto que tarde, seremos cientos de miles, o millones, ¡quién sabe!, los ciudadanos que participemos en ellos. Espero que reflexionen sobre esto y lo eviten, porque evitarlo está en sus manos.