miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿Estamos perdiendo el norte?

El pasado jueves 28 de octubre, justo cuando me sentaba a comer, oí en la televisión algo así como que iban a prohibirles a las niñas jugar a la soga en los patios de los colegios, durante los recreos, porque eso era propio de una educación sexista. Confieso que cuando lo oí, me quedé pegado a la silla. Mas cuando reaccioné y quise cerciorarme, ya no pude porque no repitieron la noticia.
No sé si eso iba en serio o no, y si iba a ser en un colegio en concreto, o en todos los de nuestro País. Pero sí se, empero, que el jugar a la soga nada tiene que ver con lo que las niñas vayan a ser cuando lleven el pelo largo y corta la falda.
Yo me he pasado toda la infancia jugando a juegos de niñas: A la soga, al cantillo, a los cromos, a las tabas, a la goma… ¡Hasta he jugado con muñecas y mariquitinas! Y puedo aseguraros que soy un hombre hecho y derecho, en el sentido más amplio y primitivo de la palabra. O sea, que para nada me afectó aquella educación no sexista, no machista y no franquista.
Mi hija, igualmente, ha jugado conmigo durante toda su infancia al fútbol, al tenis, a la pelota, a peleas, a batallas libradas en la tierra del Paseo, con trozos de ramas que iban dibujando la trama… E, igualmente, hoy es toda una señorita, en el sentido más amplio y profundo de la palabra, a pesar de mi educación no sexista, no machista, no franquista.
Así que, amigas mías, ¡me parece que no va de eso la película!

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