domingo, 31 de octubre de 2010

Naturaleza muerta.

   Con desaprensivos como el que esperó a que las golondrinas tuvieran crías para tirarles el nido, seguro que “no volverán las obscuras golondrinas/ en nuestros aleros/ sus nidos a colgar/ porque en Nájera las matamos/ mucho antes de que echaran a volar. /
   Cuando presencié este condenable acto, aparte de la tristeza que provocó en mí, me acordé de cuando era niño y hacíamos escapa (no ir a la escuela) en invierno, unos cuantos de nosotros: paraguayín, picarra, cañitas… y nos íbamos a jugar a las cartas de las familias esquimal, tirolés, bantú… debajo del puente que había justo en el centro de lo que hoy es la calle que va de la pasarela al colegio de la Piedad (que no era otro que el de la cárcava), al calor de una improvisada fogata, poniéndonos morados de fumar celtas cortos, peninsulares y antillana, mientras cientos de golondrinas, posadas en los cables que cruzaban el fiero Najerilla, nos observaban ensimismadas, a ver quién de nosotros ganaba.
   Y hablando (tecleando, quiero decir) de las golondrinas y del puente de la cárcava, me han venido a la memoria también, las palizas que nos pegábamos al anochecer, tirándoles al aire un pañuelo blanco, con una piedra envuelta en él, a los murciélagos, con el propósito de atraparlos, en el “trinquete de la Juana.” Cuando alguien cogía uno, le ponía un cigarro en la boca y se lo fumaba.
    

2 comentarios:

MarLa dijo...

Pobres murcielagos!!
El hombre el gran depredador de la naturaleza..se ha convertido en el voraz destructor de la fuente natural de su propia vida.

Eusebio Hervías del Campo dijo...

Con decirte que el mar o la mar, es nuestra única despensa, y la está utilizando, además de como sentina, como cementerio nuclear. ¡Sin comentarios! Salud, MarLa.

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