Temprano madrugó la madrugada, compañero Mario. La noticia de tu muerte ha sido un hachazo para mí. Desde la nube en la que vivo pensé que ya estabas bueno, curado, recuperado. Pero esta mañana me han comunicado la triste noticia de tu muerte; doblemente dolorosa para mí, por tu juventud y por lo mucho que hemos filosofado a lo largo de los años. Eras un hombre bueno; honrado, risueño, campechano. Y ahora que habías encontrado la verdadera luz de tu vida, la torpe Parca te la ha apagado. Jamás he ambicionado nada, Amigo Mario, pero ahora mismo daría con alegría lo poco que poseo, por ser durante unos minutos como Miguel Hernández, y poder decirte en unas líneas cuánto dolor me has dejado. Viviría feliz mendigando si pudiera conseguir este milagro. Mas como no puedo, solo quiero que sepas que tu paso por esta puñetera, caprichosa e injusta vida no ha sido en vano. ¡Descansa en Paz, Amigo Mario!
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