miércoles, 13 de julio de 2011

La caobaña.

   Mucho antes de que mis hermanos y yo nos levantáramos de la cama para ir a la escuela, mi bienamado padre Benedicto, ya nos tenía preparada la cazuela de caobaña, para que nos la zampáramos antes de marchar. Esto, dicho así, en frío, puede pareceros una auténtica pijada, ¿verdad? cantores míos, pero si tenéis en cuenta que mi pobre padre era albañil y trabajaba duramente doce o catorce horas para sacarnos adelante a mis seis hermanos y a mí, y que para preparar la caobaña tenía que levantarse una hora antes de la cama, o sea, dormir una hora menos estando baldado, la cosa pasa a ser una verdadera hazaña. Pero dejémonos de filosofías y vayamos a lo que de verdad nos interesa, que para eso estamos aquí. Para prepararnos la caobaña, antes de que irrumpiera en nuestras casas aquella modernez de cocina extraplana de butano, mi pobre padre tenía que llenar la cocina de siempre, la de leña, con ricillo o serrín (del que me daban los difuntos Servando e Isidro Guevara, en los talleres que ambos tenían en lo que hoy es Casa de Cultura), dándole golpes con el palo hasta que quedara compacto, para poder hacer la lumbre y poderla calentar. Una vez hecha esta operación, y siempre con el mayor de los sigilos para no despertarnos (era la hostia este hombre), vertía un litro de leche (de aquella tan deliciosa que daban las vacas del señor Urbano, en uno de los bajos de la desaparecida manzana de la Falange, que, una vez cocida dejaba una capa de sabrosísima nata, que posteriormente nos comíamos puesta en pan con azúcar, cual si fuera el más excelso de los bocados) en una cazuela grande, le añadía una buena porción de pedacitos de pan duro, y la ponía a hervir. Cuando ya había hervido, le echaba cuatro o cinco cucharadas grandes de colacao, otras tantas de azúcar, y lo revolvía todo bien, hasta que quedara totalmente mezclado, dejándola a enfriar después, para que estuviera lista cuando nosotros nos levantáramos a desayunar. Huelga deciros, cantores míos, que en la cazuela no quedaba ni señal: la dejábamos tan limpia, que mi adorada Celineta no la tenía que fregar. Este maravilloso ritual fue llevado a cabo por mi bienamado padre, hasta que todos nosotros entramos en la mocedad.
DEL LIBRO “RECUERDOS DE INFANCIA”.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

La Caobania,Use !! qué la he vendido yo !!

Me voy a trabajar, luego te leo !! Agurrrr....!!
ME VA A GUSTAR relamer tan exquisito manjar !!

Abrazooooss, Quintoo!!!

Anónimo dijo...

Pero qué preciosidad de texto, Use. Ha sido como volver a la infancia. Tiene magia tu escrito, tiene ese sabor de lo bien hecho.

Es un premio para un duro día de trabajo, y te lo agradezco infinito.

A ver si me sale el 'link' a la página de una imagen del bote de Caobania. El mejor cacao, nada menos que de la Casa Louit.

CAOBANIA

Ya hablaremos, quiero tener cerca ese libro tuyo, porque no es justo que haya que leerlo 'por entregas'. Es un verdadero placer ver de cerca 'nuestros cimientos', Use.

Ya estoy toda acelerada, Use, acabo de hablar con mi hijo por teléfono y me va a dar algo si no me levanto de aquí.
Todo le va bien, según él, pero no veas las ganas que tengo de abrazarlo.

Hasta pronto, amigo, se me ha puesto un nudo entre los ojos y el corazón, y tengo que soltarlo.

Besos, Use, cuidate mucho.

Eusebio Hervías del Campo dijo...

Querida quinta y Amiga Blanca. No te puedes ni imaginar los devaneos de cabeza que he tenido con la palabra "caobaña", por no lograr comprender por qué le llamábamos así mis hermanos y yo. Y mira por donde, leyéndote a ti, va y descubro que existía un producto con ese nombre. Cuando escribí este recuerdo de infancia para el libro, después de volverme loco pensando, me dije a mí mismo: Pues este nombre tiene que venir forzosamente de caCAO, BAÑAdo en leche y pan. Y ahora comprendo, que en alguna ocasión, alguno de nosotros le hablaría a mi bienamado padre de la "caobania", y éste, que era el mismísimo pan hecho persona, le diría: "Caobania la que os voy a preparar yo". Y claro, con la manía de Doña Tere, de hacerme aprender a hostia limpia lo de "Doña Tere", en lugar de "Donia Tere", al final, para mí todo fue con "eñe". Muchísimas gracias, muchísimos besos, y muchísimos abrazos, quinta y Amiga mía.

Eusebio Hervías del Campo dijo...

Querida quinta y Amiga Blanca. Viendo el enlace que me has mandado, alucino aún muchísimo más, ya que es de los años cuarenta, y nosotros nacimos en el cincuenta y cinco. Con lo cual, difícilmente pudimos hablarle ninguno de nosotros a mi bienamado padre de tal producto. Así que me he quedado igual. Como es muy bonito el recipiente de la CAOBANIA, y el recuerdo muy entrañable, me voy a permitir la licencia de colgar el enlace, para que lo conozcan los demás Cantores. Yo, confieso pública y abiertamente, que lo he conocido por ti. Besos y abrazos sinceros.
http://www.todocoleccion.net/bote-cacao-caobania-anos-40-50-muy-bonito-raro-500-gramos-chocolate-louit-san-sebastian~x24864154

Anónimo dijo...

Hola, Use, creo que este producto se comercializó hasta bien entrados los 60.
Tendríamos unos 6 años, porque -inexplicablemente- yo recordaba hasta el envase. Lo solía ver en las estanterías de la tienda de mis abuelos.

Mira, según esto, ya se anunciaba en el año 37...parece ser que la posguerra fue larga ( ¿ 20 años de miseria ? ). Por aquel entonces, yo tenía un abrigo 'heredado' que no hacían más que darle vueltas al paño y volvían a reconstruirlo. Le tenía mucha manía a aquel abrigo color 'Vino Burdeos' jajaja

Mira...esto lo traigo del Diario 'el Correo' :

A finales del verano de 1937, se notaba en el aire cierto carácter marcial. El hecho de que la guerra continuase provocaba la existencia de dos realidades opuestas pero complementarias al mismo tiempo. Mientras la República aún se mantenía en pie en muchas zonas de España y todavía se pensaba que la victoria era posible, en los lugares conquistados existía una clara tendencia por recuperar la normalidad. Y es que la vida seguía pese todo. Por esa razón, desde las páginas de los periódicos se intentaba reflejar una vuelta a lo más cotidiano. Buena prueba de ello fue la sección de anuncios generales. La denuncia -hecha desde las páginas de La Gaceta del Norte-, del «extravío de una vaca suiza, marcada la pierna derecha con el número 7» y que, según su dueño, se había perdido en las inmediaciones de Artxanda, evidenciaba a la perfección esa querencia por poner las cosas en su sitio. Obviamente se ofrecía una gratificación a cuantos pudieran ayudar a encontrarla.
Otro tipo de reclamos hacían referencia a necesidades más domésticas, tales como la búsqueda de una sirvienta para un sacerdote, la contratación de una mujer de «25 a 40 años para el cuidado de niñas» -se pedían buenos informes y experiencia-, el deseo de contar con un profesor de alemán competente, o el reclamo de un chofer para repartir carbón.

Quesos y mantequilla

Pero si había algo que invitaba a pegar los pies al suelo y a ocuparse de lo cotidiano, pues había que vivir pese a todo, eso era, precisamente, la publicidad. Anuncios de los productos más variados completaban las páginas de los diferentes diarios bilbaínos.

Una de las marcas más presentes en aquellos días era «Caobania, producto de LOUIT a base de cacao en polvo, azúcar pulverizado, harinas de plátano y cereales», un alimento muy completo rico en fosfatos y cacao. No es extraño pensar que en tiempos de escasez, el publicitar alimentos de ese tipo respondía claramente a una necesidad muy extendida entre la sociedad aunque, no es menos cierto, que no sería la mayoría la que podría dar a sus hijos un buen tazón de 'Caobania'.

En esa misma línea se encontraban otros productos como los «huevos de la Gran Huevería La Milagrosa», ubicada en Elorrio y Marquina y que también ofrecía quesos selectos y mantequilla. Otro de los reclamos habituales, igualmente apetecible, era el de Evaristo Pérez-Iñigo Hijos, S.L., que ofrecía cafés tostados, naturales y torrefactos de la marca 'El Conquistador' -muy propia, por cierto-; pastillas de café, de la 'Viuda de Celestino Solano'; vinos finos de Rioja, de las 'Bodegas Franco-Españolas'; azúcar cortadillo, en cajas o en estuches, y 'Chocolates Ezquerra', en sus tres variedades, rosa, blanco y verde.

No obstante, a pesar de esa tendencia natural hacia la normalidad, muchas de las realidades presentadas en la prensa respondían más bien a un mundo deseable y virtual que a la certeza de una ciudad en la que lo prioritario era sobrevivir.

http://www.elcorreo.com/vizcaya/20070930/vizcaya/pastillas-panflavina-20070930.html


Un abrazo, Use !!

Eusebio Hervías del Campo dijo...

Anonadado me has dejado, Amiga mía. Pues nada. Al final va a ser que sí la conocíamos, pero yo no sabía cómo se escribía. ¡Hay, doña Tere, cómo me la armastes! Besos y abrazos sinceros, querida quinta y Amiga Blanca.

Anónimo dijo...

BLANCA QUE TE HAS PASAO.QUE NO ES"PA" TANTO.


BACARDI

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