Este fue uno de los juegos más sublimes y hermosos de cuantos hayamos podido practicar siendo niños. Ningún otro puede comparársele por lo atrayente y delicioso que para nosotros era (tanto para las niñas como para los niños) encontrarse en los rincones más oscuros, agarrándonos con irrefrenable e inocente deseo después de habernos toquiteado todo el cuerpo, y permanecer abrazados en completo silencio del modo más dulce y tierno, deseando que quien tenía que encontrarnos no lo hiciera nunca, para que durase eternamente el juego.
Los que la quedaban, a su vez, hacían exactamente lo mismo: en lugar de palparnos la cabeza o aquello que fuera más característico en nosotros para conocernos, nos metían un repaso cojonudo por todo el cuerpo, gritando que habías sido descubierto, cuando a lo peor tenían sus manos puestas en tu lugar más íntimo y secreto.
A este divino y entrañable juego, que en nuestra jerga infantil denominábamos “esconderite”, jugábamos siempre niñas y niños y, a pesar de que lo impoluto no precisa ocultarse, lo hacíamos casi siempre por la noche en cualquier lugar en el que hubiera portales, cuadras, carros, árboles, arbustos o setos en los que esconderse, y era de lo más emocionante y palpitante, tal y como puede desprenderse de lo hasta ahora dicho. Ni tan siquiera aquello de jugar a médicos que practicábamos siendo aún más niños, y que no era otra cosa que el levantarles las faldas a las chicas para verles en toda su plenitud las bragas, so pretexto de ponerles una “indición” (inyección) en el culo, puede comparársele.
No obstante y aún así, a pesar de lo subliminal del escondite, por alguna extraña razón de la naturaleza, que desde que nacemos nos lleva y nos trae a vueltas con el sexo, este juego fue muy efímero en nuestras asilvestradas vidas, que como tales, necesitaban de otras aventuras y de otros juegos. (En la fotografía que encabeza el relato, solo falto yo: ¡dónde coño estaría!)
DE MI LIBRO “RECUERDOS DE INFANCIA”.
5 comentarios:
Oye Use guapo, yo he jugado al "esconderite" y no me ha pasado nada por el estilo, si llegan a meterme mano, creo que es lo último que hubieran hecho, sólo nos escondíamos inocentemente por las huertas y portles, pero lo pasábamos también genial, ¡¡lástima no haber nacido un poco antes ja,ja,ja!!. Desde luego vaya cuadrilla la tuya, que peligro.
Bueno pues un día jugamos... Besos
Queridísima Raquel. Te lo creas o no, el "esconderite" no era sino un pretexto para abrazarnos y toquitearnos inocentemente todo el cuerpo, al igual que el jugar a médicos, solo era un pretexto para verles a las chicas las bragas, cuando íbamos a ponerles "la indición" en el culo, los que hacíamos de médicos. Eso era así. Y puedo decirte que era tan impoluto como hermoso. Por lo demás, y aún a riesgo de algún divorcio, cuando quieras jugamos a estos u otros juegos. Besos en los labios, y abrazos libidinosos.
Ahora caigo yo, dónde estaba: ¡jugando al esconderite! Seré gilí.
Pensaba que yo era medio bobo, y resulta que me doy cuenta que lo soy casi del todo. Ahora me doy cuenta que lo importante no era esconderse. Jajaja, debo ser como Raquel, que solo se escondía, como yo.
A buenas horas mangasverdes, a buenas horas me doy cuenta. Si me parece que solo he estado escodido siempre.
Saludos
Fernando, "salao", te juro por la memoria de mis padres que esto era así. En la infancia, hay etapas, muy efímeras, la verdad, en las que sin saber por qué; sin ser consciente de ello, todo es experimentar con el sexo. No es infrecuente ver niños besándose, tocándose o mirándose el sexo, como si estuvieran haciendo lo más natural del mundo. Lo hacen como harían un castillo de arena con un cubo, o comiditas con palos y yerbas. Es así: natural y espontáneo. Lo que pasa, Amigo Fernando, que la vida es muy puñetera, y cuando ya no tiene remedio, te pasa todo lo bueno que te perdistes, por los labios. Abrazos.
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