domingo, 21 de diciembre de 2025

Las verdaderas heroínas.

En estas fechas tan especiales, quiero acordarme de la inhumana tarea llevada a cabo por nuestras bienamadas madres, cuando acudían a lavar la ropa al río, ya hiciera calor o frío.

La colada.

Hacer la colada, por increíble que pueda parecer ahora, era uno de los actos más concurridos, disputados y variopintos de cuantos haya podido haber en nuestra ciudad, y, aunque cualquier riachuelo era un buen lugar para realizarlo, todas nuestras madres madrugaban para coger los mejores sitios, sobre todo en vísperas de las fiestas de los pueblos vecinos, en que acudían a nuestra ciudad a lavar cantidad de mujeres con las angarillas repletas de ropa cargada en pequeños burros. Cada barrio tenía su zona concreta, y cada zona su rincón preferido. Así, por ejemplo, las mujeres del casco antiguo hacían la colada a lo largo de la orilla izquierda del río Najerilla. Las de San Fernando, en el viejo lavadero, en el muelo, en el lavadero de las monjas -el de mi abuela Hermenegilda-, en el pozo del sauce llorón de la Guindalera, en el río regador de “Chibirica” -este riachuelo era muy disputado por bajar sus aguas templadas en invierno-, y el resto compartía sitio con las mujeres de los pueblos de la comarca que se apostaban a lo largo de la orilla derecha del río Najerilla, dispuestas a dejar relucientes sus mejores prendas para lucirlas ufanas en las fiestas de sus pueblos. Nuestras madres salían de sus casas con el balde de zinc repleto de ropa cargado sobre la cabeza -protegida previamente con un pañuelo-, el cajón y la tabla de lavar, con el taco de jabón de sebo -no había perras para comprar el de “Lagarto”- y el trapito de azulejo bajo el brazo y, si se terciaba, con un mozalbete o dos en la mano, y cuando llegaban a sus sitios preferidos, tras colocarse bien en los cajones, mojaban y golpeaban la ropa contra la tabla de madera, lanzándola artísticamente por los aires para que cayera de nuevo al río, y darle el último jabón y el azulejo para aclararla y tenderla en las yerbas altas del cascajo -en toda época las hubo- o meterla bien plegadita en el balde de cinc, según fuera verano o invierno, y todo ello… ¡cantando! Era enternecedor verlas golpear la ropa contra las tablas, postradas de rodillas en los cajones de madera, con las manos casi transparentes de frío -sobre todo en invierno-, canturreando canciones cual si estuvieran realizando la más agradable de las labores, haciéndolo, además, como los propios ángeles. Cuesta creer, en verdad, que estas benditas mujeres fueran capaces de cantar mientras realizaban esta salvajada, más así era, y así queda reflejado. He de anotar, también, como curiosidad, que en algunas ocasiones las alegres canciones de las mujeres que se ponían a hacer la colada en el río de “Chibirica”, se mezclaban con las manifestaciones de dolor de los entierros, por estar éstas apostadas muy cerquita del cementerio.

sábado, 20 de diciembre de 2025

Se ha armado un belén en la Calle Mayor.

Nadie espere encontrar en esta entrada un escándalo. Todo lo contrario. Se trata de que las responsables de montar el belén en la Real Capilla y Parroquia de Santa Cruz de Nájera, este año lo han montado en la Calle Mayor; concretamente, en el bajo de la “Chabela”. ¡Loable trabajo!

viernes, 19 de diciembre de 2025

Belenes, villancicos y dulces.

Mucho antes de que nos dieran las vacaciones de Navidad, los niños najerinos vivíamos sumergidos en una indescriptible alegría, merced a lo muchísimo que para nosotros significaban esas entrañables y benditas fiestas. Desde finales de Noviembre, la radio no paraba de anunciarnos entre villancico y villancico que los mazapanes Segura eran exquisitos, mientras que el programa “Por la sonrisa de los niños”, con la música de “España cañí” de fondo, nos exaltaba hasta límites insospechados, haciéndonoslas vivir, como si siempre fuera Navidad. A primeros de Diciembre, como cada año, Francisco Hidalgo comenzaba a poner en el escaparate de la calle Cuatro Cantones el inmenso belén que nosotros desgastábamos con la mirada, mientras le llenábamos de babas y mocos los cristales, además de dejar impresas en ellos las grasientas huellas de nuestras inocentes manos. ¡Cuántas horas pasábamos contemplándolo! Entre tanto, en nuestras casas ya se empezaba a diseñar el belén: dónde sería colocado; cómo habríamos de montarlo; qué materiales nos harían falta…, y así aparecía la palabra mágica: ¡musgo! Esa palabra significaba para nosotros diversión a raudales. Todos los niños de Nájera subíamos al Castillo con cestas, cestitos pequeños, cajas de cartón y bolsas de plástico a recogerlo, y nos lo pasábamos como los indios jugando por aquellos seductores y enigmáticos parajes mientras lo recogíamos. Cuando ya teníamos el suficiente, nos dirigíamos hacia la Plaza de España cantando villancicos en mil tonos diferentes, a presumir de nuestra cosecha ante los mayores, mientras jugábamos un poco al “encuentro” y al “marro”. Después vendrían las cortezas de la serrería de Artemio Ochoa para el portal de Belén, los ladrillos quemados de la tejera para las montañas, el papel de plata para los ríos, la arcilla para las pirámides de Egipto y los pozos de agua, el papel azul celeste lleno de estrellas para el desierto, y todos los accesorios necesarios para su montaje. Cuando esto ocurría, cuando lo montábamos, pasábamos horas increíblemente hermosas, a pesar de no hacer otra cosa que estorbar, porque la ilusión era nuestra; nosotros éramos los verdaderos protagonistas, pues, al cabo, ¿para quién si no para nosotros se montaban los belenes? Aunque el concurso que cada año convocaba el Ayuntamiento te animaba a intentar montar el mejor de todos, para que merced a los tres premios de los que estaba dotado hubiera más dulces en la mesa, la realidad era que para nosotros la verdadera recompensa radicaba en el hecho de montarlos. Eso nos hacía inmensamente felices. ¿Puede, por ventura, haber un premio mayor? Por la Calle Mayor, centro comercial por excelencia, sonaban villancicos a todas las horas del día, y desde la torre del Monasterio de Santa María La Real, nuestras pueriles voces se dispersaban por los vientos najerinos con la ilusión y el cariño que los colegiales poníamos en todos y cada uno de los villancicos que desde allí cantábamos. Todo olía a Navidad: escaparates, villancicos, programas de radio, belenes… ¡hasta la nieve se sumaba a ello! Pero lo verdaderamente bueno, lo que mayor impronta dejó en nosotros venía después de haber escuchado en la radio aquello de: “25.346/ 125.000 pesetas; 16.002/ 125.000 pesetas…”, y de haberles escuchado a nuestros padres que lo principal era la salud, tras comprobar que no les había tocado el gordo. -¿Quién puñetas sería ese gordo?- Era entonces cuando disfrutábamos de verdad, acurrucaditos en el fogón, resguardados nuestros riñones por la chimenea, contemplando embelesados cómo hacían nuestras madres el almíbar con los higos chumbos, las manzanas, las peras, los membrillos, las ciruelas y uvas pasas, la canela y el azúcar. Eso era inenarrable para nosotros. Estábamos calentitos, gozábamos de la compañía de nuestra madre -normalmente estábamos todo el día en la calle- y mangábamos esto o aquello mientras ella se hacía la tonta. Cuando ya estaba todo hecho, sin mediar palabra, acababas, sin saber cómo, en su divino regazo, esperando la llegada del hombre de la casa. ¡Qué acto más maravilloso y profundo! ¡Cuánto daría, Celineta de mi alma, porque me tuvieras así de nuevo aunque solo fuera un segundo! Después, una vez llegada la Navidad, venían las trasnochadas, los villancicos a golpe de pandereta, los chistes y bromas con los que te sentías ingenioso y maravilloso, a pesar de no llegar nunca a ver al hombre que cada año llegaba a nuestra ciudad el 31 de Diciembre con más ojos que días tiene el año, los turrones, el guirlache, los mazapanes, los nevados, el almíbar y otros dulces. Y así, a fuerza de sacar la bota María, nos dormíamos ebrios de felicidad.

Felicitación de Ecologistas en Acción.

miércoles, 17 de diciembre de 2025

Los alumnos del IES Esteban Manuel de Villegas inician trabajos de mantenimiento en el Paseo de San Julián.

Un total de 25 alumnos del ciclo formativo de Grado Medio en Técnico en Aprovechamiento y Conservación del Medio Natural del Instituto IES Esteban Manuel de Villegas han comenzado hoy, miércoles 17 de Diciembre, los trabajos de desbroce, mantenimiento y limpieza del Paseo de San Julián, en Nájera. Estas labores se desarrollan como parte de su formación práctica y están orientadas a la mejora y conservación de uno de los espacios naturales más emblemáticos de nuestra ciudad. Los trabajos se retomarán tras las fiestas navideñas, dando continuidad a una actuación que busca mantener el paseo en condiciones óptimas de seguridad, accesibilidad y respeto medioambiental. Desde el Ayuntamiento de Nájera se pone en valor la importancia de este tipo de actuaciones, que contribuyen no solo al cuidado del entorno urbano-natural, sino también a la formación práctica del alumnado, permitiéndoles aplicar sobre el terreno los conocimientos adquiridos en el aula. Además, estas labores favorecen la prevención de riesgos, la conservación de la biodiversidad y la mejora del paisaje, reforzando el compromiso municipal con la sostenibilidad y el mantenimiento de los espacios públicos. El Ayuntamiento agradece la implicación del centro educativo, del profesorado y del alumnado participante, destacando la colaboración entre administraciones y centros formativos como una herramienta fundamental para la mejora del entorno y la concienciación ambiental.

Ya no habrá duplicidad de actos.

Según me comunican, la Coral Najerense ha llegado a un acuerdo con el párroco de la Real Capilla y Parroquia de Santa Cruz, José Félix Sáenz Olarte, para celebrar el Pregón de Navidad a las 19’30 horas, para que todos los najerinos y najerinas podamos acudir el sábado a los dos actos. No esperaba menos de esta gran familia que es la Coral Najerense. ¡Os habéis ganado el cielo!