No importa que en España llevemos un montón de años sin Miguel Gila porque en España el ministerio de Defensa sigue contestando al teléfono. Tras el paso de Pedro Morenés y de María Dolores de Cospedal por el cargo, aquel monólogo delirante de Gila sobre cañones que venían sin agujero y un tanque que consistía en un enano subido a un 600 que insultaba en vez de disparar (“no mata, pero desmoraliza”) ha sido ampliamente rebasado por la realidad, no digamos ya por los presupuestos. Morenés, un hombre que se vendía armas a sí mismo comprándolas con nuestro propio dinero (se calcula que el centenar largo de contratos que consiguieron sus empresas durante su etapa como ministro nos acabaron costando más de 115 millones de euros), podría incorporar sin demasiados problemas al señor Emilio, el encargado de la fábrica de armas, a quien Gila llamaba para hacer las reclamaciones. “¿Está el señor Emilio, el ingeniero? Que se ponga”…
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EL SUBMARINO DE GILA
No importa que en España llevemos un montón de años sin Miguel Gila porque en España el ministerio de Defensa sigue contestando al teléfono. Tras el paso de Pedro Morenés y de María Dolores de Cospedal por el cargo, aquel monólogo delirante de Gila sobre cañones que venían sin agujero y un tanque que consistía en un enano subido a un 600 que insultaba en vez de disparar (“no mata, pero desmoraliza”) ha sido ampliamente rebasado por la realidad, no digamos ya por los presupuestos. Morenés, un hombre que se vendía armas a sí mismo comprándolas con nuestro propio dinero (se calcula que el centenar largo de contratos que consiguieron sus empresas durante su etapa como ministro nos acabaron costando más de 115 millones de euros), podría incorporar sin demasiados problemas al señor Emilio, el encargado de la fábrica de armas, a quien Gila llamaba para hacer las reclamaciones. “¿Está el señor Emilio, el ingeniero? Que se ponga”…
http://blogs.publico.es/davidtorres/2018/07/19/el-submarino-de-gila/
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