Fachada original del Cinema Club. |
“En el Club, el peor parado de los tres, era donde además de dar guerra y volver locos a los distintos porteros, tirando al suelo las bancas de madera que ponían casi junto a la pantalla, probábamos todos los artículos de broma (las hostias que nos han dado por ello), haciendo, como ya ha quedado dicho, que en más de una ocasión lo vaciaran. Allí eran el señor Manuel, en la parte de abajo, y el entrañable “Colirio” (José Luis Loma), arriba, los que, Dios sabe cómo, nos aguantaban y sufrían.
En el Villegas, sobre todo los jueves que ponían dos películas (íbamos siempre sin mirar la cartelera), la guerra era siempre a base de felices ocurrencias. Si la película era de amor y salía alguna escena de cama y a continuación la actriz principal lloraba, el gracioso de turno cantaba: “Ay madre que me lo han roto…”, y todos nos desternillábamos de risa, mientras el pobre Antonio, “número uno”, buscaba al culpable de fila en fila. Si la película era de bicis, allí estábamos metiendo ruido con los timbres un ejército de ciclistas. Si la película no era de lo uno ni de lo otro, cuando más silenciosa estaba la sala, una voz susurraba: “Dios te salve, María, llena eres de gracia…”, y un estentóreo coro de voces contestaba: “Santa María, madre de Dios…”, y nos liábamos a rezar como podíamos el rosario hasta que los sufridos porteros nos lo impedían.
En dos ocasiones, las dos accidentalmente, se vació este cine con serio peligro de haber ocurrido una auténtica tragedia. En la primera de ellas, estaban proyectando una del oeste y, justo en el típico duelo, cuando el chico bueno desenfundó su revólver y sonaron los disparos, cayó algo del techo (todo el mundo rumoreó que se trataba de una rata) y fue a parar a las piernas de una chica que, nada más percatarse del asunto, pegó un chillo terrorífico, lo que unido al destello de fuego que produce en los focos cuando algún objeto pasa por ellos, provocó que alguien gritara: ¡¡¡Fuego!!!, y en cuestión de minutos estábamos fuera toda la chiquillería. Yo recuerdo que me encontraba sentado en la octava o novena fila, junto a la pared, al calorcito del radiador y, sin saber cómo (nunca me lo he explicado), salí a la calle el primero. La señora Victoria, que se pegó un susto de muerte, la pobre, estaba totalmente lívida.
En la segunda proyectaban “El capitán intrépido” (nunca lo olvidaré) y, cuando más tranquilos estábamos todos, reventaron los radiadores del palco de arriba, pasando todos los hilos de agua que se formaron por los focos, causando la misma sensación que en la otra ocasión, pero elevado al cubo, ya que el agua que mojaba a los espectadores de abajo, estaba hirviendo cuando caía.
Por lo demás, queridos Cantores, sin que salga de aquí, he de confesaros para terminar, que varias cuadrillas, entre ellas la mía, tuvimos la entrada prohibida, durante más de un año seguido, en los tres cines de nuestra ciudad.”
DE MI LIBRO “RECUERDOS DE INFANCIA”.
4 comentarios:
Además de los porteros nombrados en este recuerdo de infancia, estuvieron los siguientes: En el Cine Doga, Ismael González (tío de Chuchi “Belia”), en la sala de abajo, en butaca, que llamábamos, y en la puerta, para cortar las entradas, un señor que no recuerdo si se llamaba Domingo, o era ese su apellido. Solo sé que vivía en el Grupo Rey Don García, 3, y que se portaba muy bien conmigo. El bar lo atendieron, el padre de mi amiga Blanca Rabal; Pedro Nájera y Gregoria, su mujer, y finalmente Justo Peña y su mujer ¿Casilda? En el Villegas, Luis Benito, de Uruñuela y un señor que ni conocí ni conozco. El bar lo atendían, Tomás Hernando, y mi adorada Matilde Montes, su mujer, que te atendía siempre con una bondadosa y luminosa sonrisa en los labios. Y por último, en el Cinema Club, estuvieron, Alfredo el “obrero”, Sixto y muchas veces, ignoro porqué, Pancho, el dueño del Cine. El bar lo atendían Antonio Ibáñez y su mujer, ¿Luisa? A este bar no llegábamos ni con zancos, ya que era altísimo.
Seguro que me habré dejado alguno, o habré confundido algún nombre, ya que estoy escribiendo a “vuela tecla”, y no son horas de llamar a nadie. Así que, si queréis, Cantores míos, aquí tenemos tema de debate. Abrazos sinceros, y mi profundo respeto para los que ya murieron.
Tres porteros más que recuerde. Uno en cada cine: Olave en el Doga, Gerardo Calderon en el Villegas y el Asturiano en el Club.
En el Club estuvo también Pedro "levita" y Vale "carracuca" en el Doga. Domingo Galarreta, el padre de la Milagritos. Buena gente.
Pero era diferente ser portero que acomodador. Los porteros estaban en la puerta, cortando las entradas y dando cierta prestancia al cine. Bien por su natural apariencia o bien por su uniforme. Creo que sólo en el Doga estaba uniformados. Los acomodadores era personal de batalla, echados a luchar a las trincheras de la chiquillería con una simple linterna como arma. No les daban ni propina.
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