Esta mañana, la delegada del Gobierno en La Rioja, Beatriz Arraiz, ha visitado la ciudad para supervisar el estado de ejecución de las obras de la Plaza de España. Durante su visita, ha sido recibida por el Alcalde de Nájera, Jorge Salaverri, acompañado de Pedro Gómez, arquitecto redactor del proyecto y director de obra, y Javier Benito, concejal de Festejos del Ayuntamiento. El alcalde de Nájera ha declarado: “Este proyecto, financiado con fondos europeos y recursos propios del Ayuntamiento, cuenta con un presupuesto máximo de 440.000 euros. Se ha optado por la renovación integral del pavimento, incorporando un diseño que combina funcionalidad y estética, con el objetivo de mantener el carácter histórico y emblemático de la plaza para los vecinos de Nájera. La actuación se enmarca en el Plan Xacobeo 2021, y se prevé que los trabajos concluyan en un plazo aproximado de tres meses, entre Diciembre y Enero”. Por su parte, Pedro Gómez ha subrayado que “el desarrollo de la obra avanza a un ritmo superior al inicialmente previsto”. La delegada del Gobierno, Beatriz Arraiz, ha destacado: “He visitado Nájera para conocer de primera mano la evolución de estas obras, que forman parte de la llegada de fondos europeos al territorio dentro del Plan Xacobeo, cuya convocatoria se publicó en 2021. A La Rioja se destinaron cerca de tres millones de euros: 290.000 euros a la Plaza de España y algo más de 800.000 euros a otras actuaciones en Nájera, como la renovación de la luminaria. Desde el Gobierno de España nos complace que estos fondos contribuyan al desarrollo urbano y a la mejora del espacio público, de manera que los vecinos puedan disfrutar aún más de su ciudad”. Con estas actuaciones, la Plaza de España se consolidará como un espacio público renovado, funcional y representativo, reforzando su papel como punto de encuentro para los ciudadanos y visitantes de Nájera.
viernes, 24 de octubre de 2025
San Crispín.
El 25 de Octubre, como mandaba la tradición, los najerinos celebrábamos cada año la festividad de San Crispín, patrón de los zapateros, y todos los niños andábamos como locos recorriéndonos las calles de la ciudad intentando mangar leña para hacer una gran fogata al atardecer en la que asar, una vez extinguidas sus terribles llamaradas, las patatas -robadas también- y zampárnoslas para cenar. El peregrinaje era interminable y agotador, porque casi todos los mayores honraban también al patrón comiendo patatas asadas, y la leña, a pesar de ser Nájera una ciudad repleta de carpinterías y serrerías, escaseaba, sobre todo la descuidada, la que podíamos mangar sin dificultad. Lo de las patatas era diferente: cuatro de acá, cuatro de allá y cuatro de acullá, enseguida nos hacíamos con un montón de ellas para comer hasta reventar. Como las fogatas, lumbres u hogueras, como a ustedes les guste más, se hacían en cualquier lugar -en aquellos años, además de haber muchos descampados en nuestra ciudad, las calles y plazas eran casi todas de tierra y cascajo apisonado-, al atardecer, la ciudad entera ardía como la Roma que Nerón mandó quemar. Cuando se había quemado la leña, esparcíamos la montaña de ascuas con unos palos largos, dejando una buena capa de ellas sobre el suelo, y poníamos en el centro las patatas, tapándolas a continuación bien tapaditas con las ascuas que habíamos esparcido, para que se asaran por todas las partes por igual. A la hora de comérnoslas, por aquello de que entonces sólo había de tramo en tramo de cada calle y cada plaza una humilde bombilla, colgada del centro de un alambre torpemente cruzado de fachada a fachada -esto si no estabas en un descampado-, y no se veía ni a jurar, las más de las veces nos las comíamos totalmente abrasadas, llevándonos a la boca más carbón que patata; pero eso nos daba igual, la cuestión era vivir la aventura de la hoguera, las patatas y la sal -siempre había algún artista que presumía de saber hacer lumbre y después de intentarlo cuarenta veces, lo teníamos que despachar-, y el estar un montón de niños de noche ciega cenando y charlando en hermandad. Y lo que son las cosas, queridos lectores, por más que nuestros padres siempre nos decían que si andábamos con fuego nos mearíamos en la cama, ninguno de nosotros amanecía mojado a la mañana siguiente de San Crispín. Baste decir, para finalizar, que además de las cantidades ingentes de fogatas que diseminadas había por toda la ciudad, en casi todas las casas, bien fuera en el horno o en la chapa de la cocina, nuestras madres y abuelas, para honrar a San Crispín, asaban también patatas para cenar.

