Según sea el objeto que
se deposita en él, el vertedero de la calle San Jaime crece o decrece. Hace
unos días, cuando pasé por él, vi una puerta exterior de aluminio con los
cristales rotos, y me dije: “¡esto ya no lo para nadie!”. Pero hete aquí, que
ayer, cuando volví a pasar por allí ya no estaba. Pensé que los vecinos del
edificio tantas veces ocupado como desocupado, la había recuperado. Mas tampoco
estaba en lo cierto, porque cuando me acerqué al edificio, allí no estaba la
puerta. Al parecer, alguien se la ha llevado para venderla o para alguna
huerta.